¡Queda inaugurado este blog!
En él, me dedicaré a escribir lo poco que sé sobre filosofía y religión, mayormente. El objetivo no es llegar a grandes conclusiones ni aportar puntos de vista realmente novedosos, sino obligarme a mí mismo a investigar sobre estos temas, y así formarme una visión más completa y crítica. Para conseguirlo, procuraré mantener un ritmo de actualización de un artículo por semana. De vez en cuando, intentaré amenizar esto con un poco de humor, de cosecha propia (el malo) o prestado (el bueno).
Para empezar, abro la serie «Grandes argumentos teológicos de ayer y hoy», en la que intentaré rebatir cualquier argumento que encuentre a favor de la existencia de dios. ¿De qué dios? ¿del católico? ¿del judío? ¿de los hindúes? ¿personal o impersonal? Pues depende del argumento, claro.
¿Quiero decir con ello que considero necesario rebatirlos? ¡Ni mucho menos! Por dos razones:
- Para que algo exista, no basta con que su existencia sea razonable. Hacen falta pruebas empíricas.
- Un religioso no cree en dios gracias al argumento que esgrime en ese instante, ni gracias a ningún otro, sino que lo hace por pura voluntad, así que la razón no te ayudará a convencerle de que lo más probable es que esté equivocado; como dijo Thomas Paine:
«Argumentar con una persona que ha renunciado a la lógica, es como dar medicina a un hombre muerto».
¿Por qué lo hago, entonces? En primer lugar, porque me divierte la filosofía, y (el intento de) la teología racional es un tema muy rico. En segundo lugar, relacionado con el segundo de los puntos anteriores, porque los religiosos tienden a pensar que su creencia en dios es razonada, y hacerles ver que no lo es, hacerles admitir que es un puro ejercicio de su voluntad, me produce unos cosquilleos en la boca del estómago…
Sobre el asunto, también nos ilustra el amigo Pat Condell, a quien recomiendo encarecidamente, y cuyos vídeos subtitulados en castellano pueden encontrarse aquí. Véanlo:
¡Paz!
domingo, 14 septiembre 2008 a las 12:50
Tengo el honor de inaugurar los comentarios de este nuevo blog.
Ojalá se convierta en un lugar de diálogo inteligente, a poder ser entre posicionamientos diferentes, que es lo que más juego da.
Un saludo.
JML
domingo, 14 septiembre 2008 a las 12:53
¡Gracias, el honor es mío!
El diálogo entre posicionamientos diferentes es fácil de conseguir. Lo difícil es que uno o ambos bandos no se llenen de trolls. Anyway, pienso hacer una galería de ellos en cuanto asomen la nariz.
Te enlazo ahora mismo, aunque hace tiempo que te tengo en mis feeds y no te veo actualizar, ¿eh?
¡Un saludo!
domingo, 14 septiembre 2008 a las 15:50
Saludos, suerte con tu nuevo blog.
domingo, 14 septiembre 2008 a las 16:07
¡Gracias!
Espero ser tan interesante como para que me leas y comentes de vez en cuando.
¡Un saludo!
lunes, 15 septiembre 2008 a las 13:18
Cualquier buen creyente te dirá que las pruebas empíricas de su existencia las tienes en su Creación. No hace falta creer que la Biblia es un libro de historia, que es palabra de Dios, para creer en su existencia ¿no te parece?
saludos
lunes, 15 septiembre 2008 a las 13:33
¡Hola, Rocío!
Me coges conectado, así que te contesto rápido: tienes razón en lo segundo, pero yo podría refutar la afirmación del buen creyente:
Respuesta corta: «Pues yo no veo la mano de Dios por ninguna parte en la Creación.»
Respuesta larga:
Afirmar que la prueba empírica de Dios la tienes en su creación no es una afirmación autocontenida: él antes tendrá que demostrar que Dios es necesario para la creación del mundo.*
Si no lo hace, yo puedo contestarle que yo no necesito postular a Dios para comprender la creación, así que la contemplo como él pero no veo a Dios en ella. Su argumento, entonces, no es universal, y por lo tanto no es racional sino volitivo: él ve a Dios en la creación porque él QUIERE verlo.
¡Un saludo!
* Como puedes leer en el segundo artículo, si tú eres la que afirma que Dios creó el mundo, tu debes demostrar que lo hizo. Para ello normalmente usarías argumentos cosmológicos o de diseño, que ya discutiré en otros artículos, en los que estaré encantado de que intervengas.